Vuelta al cole. ¿Cómo desenganchar a los niños de las pantallas?

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Los interminables meses de confinamiento se convirtieron en una “tormenta perfecta” para que los niños se engancharan a las pantallas. Mientras muchas familias se vieron obligadas a teletrabajar, los más pequeños quedaron bajo el amparo de los móviles, las tabletas y la televisión. Estas mismas herramientas también se convirtieron en el principal recurso educativo con el que conectarse a las clases en línea y seguir aprendiendo. Y, al acabar la jornada lectiva, los momentos de ocio (individual y en familia) se vieron reflejados en los mismos dispositivos.

“¿Se abusó de las pantallas? Sí, pero no creo que debamos buscar culpables. Todos lo hicimos lo mejor que pudimos. Ahora solo podemos mirar hacia atrás e intentar aprender algo de aquella etapa”, reflexiona Manuel Armayones, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) e investigador del eHealth Center.

Aunque se haya podido acentuar en estos últimos meses, el abuso de las pantallas viene de atrás. “Se trata de un abuso, no de una adicción. Entendemos que es un problema cuando distorsiona otras esferas de la vida personal”, puntualiza Armayones.

En el caso de los niños, una exposición abusiva a estas tecnologías puede generar un excesivo malestar, irritabilidad y aislamiento. A largo plazo, la actividad sedentaria puede alterar las horas de sueño y puede provocar problemas de sobrepeso u obesidad.

Algunos estudios, publicados en revistas científicas como The Lancet, también sugieren que el uso excesivo de las pantallas en menores podría lastrar su desarrollo cognitivo. De ahí la necesidad de romper el vínculo de dependencia con la tecnología, es decir, de una “desconexión digital”.

Los expertos recomiendan limitar el tiempo dedicado a las pantallas en función de la edad. Por norma general, se recomienda que los menores de dos años no hagan un uso rutinario de las pantallas. De tres a cinco años, se recomienda un uso máximo de 30 minutos diarios. De seis a doce años, se aconseja usarlas una hora al día como mucho. Y de trece a dieciséis años, el límite es de dos horas diarias.

Hasta ahora, se estimaba que los niños españoles pasaban unas tres horas diarias enganchados a todo tipo de pantallas. Pero durante el confinamiento, los pequeños aumentaron su consumo de televisión hasta un 70 %, y el uso de móviles, tabletas y consolas subió un 80 %, tal y como recoge el último Boletín de información sobre el audiovisual en Cataluña (BIAC), de Kantar Media.

Armayones, experto en el impacto de estas nuevas tecnologías y autor del libro El efecto smartphone: conectarse con sentido, apunta cinco consejos para hacer que los niños desconecten de las pantallas.

Establece unas normas claras

El primer paso para regular el uso de las pantallas en menores es establecer normas claras. “Hay que mantener una conversación sincera para que entiendan por qué no pueden estar todo el día enganchados y por qué deben seguir algunas normas”, explica Armayones. En este sentido, hay que explicarles qué se puede (y qué no se puede) hacer con el móvil, cuánto tiempo se le puede dedicar y en qué momentos hay que reducir su uso.

 

“Todos sabemos que los venenos son veneno en función de la dosis. Con las nuevas tecnologías pasa lo mismo”, explica el experto. “Cuánto es mucho o cuánto es poco depende del efecto que tenga en la vida personal. En el caso de los niños, hay que prestar atención a si el uso de estos dispositivos cambia su comportamiento o si las actividades que realizan, como es el caso de los videojuegos, les crean una cierta adicción”, añade.

Negocia sin miedo

Más allá de las recomendaciones generales, Armayones recuerda que “no hay normas de oro para el uso de los móviles” y que, por lo tanto, “como cada niño es diferente, las condiciones se pueden pactar”. De ahí la importancia de negociar el tiempo de uso. “Si un niño se porta bien y tiene buen rendimiento escolar, a veces podemos dejarle el móvil un ratito más. En otros casos, cuando vemos que el uso de estas herramientas genera un problema, es importante restringir su uso”, explica el experto.

Asimismo, hay que aclarar que el tiempo pactado también puede variar en función de las circunstancias. En periodos de exámenes, por ejemplo, habrá casos en los que será necesario reducir el uso de estas herramientas.

“Hay que recordar que abordamos esta conversación como padres; ni como amigos, ni como colegas. Hay veces que, nos guste más o menos, tenemos que imponer ciertas normas”, comenta. Por eso mismo, la última palabra siempre debe recaer en los progenitores.

Antes que prohibir, es mejor ofrecer alternativas

Los límites sobre el uso del móvil pueden resultar más llevaderos si, a cambio, se ofrece una alternativa. Las actividades al aire libre, por ejemplo, resultan claves para el desarrollo de los más pequeños. Y en ellas no hace falta depender de ningún elemento tecnológico.

“Los niños nunca piden el móvil cuando están en la playa o en un parque acuático, porque se lo están pasando bien y andan entretenidos. Sí lo piden, por ejemplo, cuando vamos a comer y se aburren con las conversaciones de los adultos. Esto nos debería hacer pensar”, comenta.

Las alternativas al móvil pasan por actividades recreativas de todo tipo: desde jugar al aire libre hasta hacer deporte, pintar, hacer manualidades, leer un cuento o pasar un rato en familia. “Es lo que se ha hecho toda la vida. No tiene más secretos”, explica Armayones.

No prediques, también da ejemplo

De nada sirven los consejos sobre el buen uso del móvil si los niños ven que sus padres hacen justamente lo contrario. Antes de predicar, pues, es mejor intentar dar ejemplo. “Enseñamos muchas más cosas a los niños cuando no les intentamos enseñar nada que cuando sí intentamos hacerlo”, comenta Armayones.

“Si queremos enseñar a los niños que no deben depender de una pantalla, es imprescindible que los mayores les demostremos lo mismo con nuestras acciones”, señala el investigador, quien también recuerda que el uso excesivo de las pantallas también perjudica (y mucho) a los adultos.

De hecho, se estima que los adultos miran el móvil cada diez minutos. Y los menores de 25 años, cada siete.

Con seguridad y sin contraseñas

Los móviles que utilizan los niños deben estar siempre bajo supervisión, de modo que nada de contraseñas en estos dispositivos. Y es mejor no utilizarlos a puerta cerrada. “Es más importante la seguridad de los niños que su privacidad. Por eso es fundamental que estemos pendientes de cómo utilizan el móvil y de qué hacen con él”, comenta. Para ello, el experto también recomienda aplicaciones diseñadas para el control parental de estos dispositivos.

Por Valentina Raffio.

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